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miércoles, 5 de enero de 2011

CRONICAS FANTASTICAS

Era el mes de Noviembre. El tren corría atravesando Europa desde Escandinavia hacia el oeste. Hacía frío pero en el interior del vagón se estaba calentito. Lucho, vamos a llamarlo así porque los personajes de esta historia merecen el anonimato, descansaba en su asiento al cual había estirado hasta casi transformarlo en cama. Su compañero de viaje, digamos que le decían Chelo, había salido al pasillo hacia ya rato y no regresaba aún.
El día anterior temprano en la mañana habían desayunado frente al lago del albergue de Copenhague algunas sobras de las compras de la tarde y el Chelo se había reservado un yogurt de esos que vienen con cereales para mezclar, “un poco de fibra no me vendría nada mal” exclamó.
Ahora, la noche se había hecho mucho más cerrada  y el vaivén del tren acurrucaba a Lucho hasta adormecerlo sin darse cuenta que a su compañero de viaje estos temblores no le causaban la misma gracia. Unos metros más atrás, en el vagón de cola, el Chelo, se debatía entre el ser y el no ser, entre las lágrimas y el sudor, entre la agonía y el éxtasis. Tras varios días de dieta astringente, el yogurt y su cereal buscaban la liberación. La gesta fue heroica. Una hora después, un sudoroso Chelo regresa al camarote. “¿Boludo, qué te pasó que tardaste tanto? Inquirió Lucho, a lo que el Chelo le responde casi en un código secreto ¡Cómo los perritos, tuve que hacer como a los perritos! Y rendido se desploma en el asiento.

1 comentario:

  1. Te faltó un parrafo final:
    A Lucho siempre le quedó la duda de si después de ese heroico se había lavado las manos.

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